DE VICTORIA F. LEFFINGWELL
La estructura del libro, dividida en cuatro partes que evocan las estaciones del año, es uno de sus grandes aciertos. Cada sección funciona como un escenario distinto donde los autores y autoras clásicos se convierten en protagonistas de episodios tan hilarantes como reflexivos. En la primera parte, Pemberley —la célebre mansión de Orgullo y prejuicio— se transforma en el lugar de encuentro de escritores anglosajones de finales del XVIII a principios del XX, quienes conviven con sus propios personajes en un contexto moderno. El contraste entre la solemnidad de los clásicos y la frescura del lenguaje actual genera situaciones cómicas irresistibles.
La segunda parte nos traslada a Rusia, donde los grandes nombres de su tradición literaria se embarcan en un proyecto común. El resultado es un desfile de escenas disparatadas que, sin perder el respeto por figuras como Tolstói o Dostoievski, los humaniza y los convierte en cómplices de un humor inteligente. La tercera parte, ambientada en Estocolmo, reúne a autores anglosajones —norteamericanos, irlandeses e ingleses— acompañando a los candidatos al premio Nobel. Aquí Leffingwell despliega un ingenio satírico que pone en evidencia tanto la solemnidad de los galardones como la vanidad de algunos escritores. Finalmente, la cuarta parte nos lleva a una cumbre de autores españoles e hispanoamericanos, convocados para crear un nuevo diccionario. El choque cultural y lingüístico da pie a escenas brillantes que celebran la riqueza del idioma y la diversidad de voces.
Aunque el tono general es ligero y humorístico, la novela no se queda en la superficie. Bajo la risa y la ironía late una mirada crítica a nuestros tiempos, vista desde la perspectiva de autores ya fallecidos que reflexionan sobre el papel de la literatura en la sociedad contemporánea. Leffingwell logra así un equilibrio admirable: combina entretenimiento y reflexión, humor y respeto, ligereza y profundidad. ¿Clásicos? ¡Jo, no fastidies! es, en definitiva, una celebración de la literatura y de su función vital como espacio de encuentro, diálogo y resistencia frente al olvido.

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