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domingo, 31 de agosto de 2025

RESEÑA: AMOR INFERNAL

DE LUCAS SICHEL

En Amor infernal, Lucas Sichel nos sumerge en una experiencia literaria que no da tregua. Desde el primer párrafo, el prólogo golpea con fuerza, dejando al lector en estado de alerta. Es un inicio que no busca seducir, sino sacudir, y lo logra con una crudeza que marca el tono de toda la novela. A partir de ahí, Sichel nos arrastra hacia atrás en el tiempo, en un flashback que nos presenta a Alejandro y Gabriela en su adolescencia, cuando la aparente inocencia aún no ha sido devorada por la oscuridad.

Lo que sigue es un descenso implacable hacia la locura. Alejandro, el protagonista, se convierte en el eje de una espiral de violencia, obsesión y destrucción. La historia no se limita a narrar crímenes: los disecciona, los expone sin filtros, y nos obliga a mirar de frente lo que muchos preferirían ignorar. Sichel no suaviza los bordes; su prosa es afilada, directa, y a veces incómoda, pero siempre efectiva. Cada escena está cargada de tensión, cada diálogo revela capas ocultas de dolor y desesperación.

A medida que Alejandro se hunde en sus propios demonios, el vínculo con Gabriela se vuelve cada vez más destructivo, arrastrando a ambos por un camino sin retorno. Sichel se adentra sin miedo en los rincones más oscuros de la psique humana, mostrando cómo el deseo puede mutar en una fuerza devastadora. No hay alivio ni consuelo en esta historia: solo una mirada cruda y descarnada a lo que ocurre cuando el amor se convierte en una prisión.

La ambientación, aunque secundaria frente al peso psicológico de los personajes, contribuye a crear una atmósfera opresiva. Hay algo casi cinematográfico en la manera en que Sichel construye sus escenas, como si cada capítulo fuera un plano secuencia que nos obliga a seguir mirando, incluso cuando quisiéramos apartar la vista.

Amor infernal no es una lectura cómoda, pero sí necesaria para quienes buscan una narrativa que desafíe, que incomode y que deje huella. Sichel demuestra que la literatura puede ser un espejo oscuro, pero también revelador. Esta novela es un viaje al infierno íntimo de sus personajes, y una invitación a explorar los rincones más perturbadores del alma humana.

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viernes, 29 de agosto de 2025

RESEÑA: PELIGRO, ¡LOCAS A BORDO!

 DE ELISABETH GILMORE

Acabo de terminar Peligro, ¡locas a BORDO! y todavía estoy sonriendo. ¡Qué viaje tan divertido y lleno de energía! Desde la primera página me sentí parte del grupo, como si yo también estuviera en ese crucero con Estrella y sus amigas, riendo, bailando y reflexionando sobre la vida. Es una novela que celebra la amistad femenina con una frescura que me encantó.

La historia gira en torno a Estrella, una mujer que está a punto de casarse con un hombre que, sinceramente, no parece hacerla feliz. Sus amigas, un grupo variopinto y entrañable, deciden llevarla de despedida de soltera en un crucero por el Mediterráneo. Pero lo que empieza como una escapada para celebrar, pronto se convierte en una aventura de autodescubrimiento, risas descontroladas y momentos que te hacen pensar.

Lo que más me gustó fue cómo cada personaje tiene su propia voz. No son simples acompañantes de la protagonista: todas tienen sus historias, sus heridas, sus locuras. Y juntas forman un grupo que, aunque caótico, transmite una fuerza increíble. Me reí muchísimo con sus ocurrencias, pero también me encantó leer sus confesiones y la forma en que se apoyan unas a otras.  

El estilo de escritura es ágil, directo y muy visual. Me imaginaba perfectamente cada escena: desde el tren rumbo a Barcelona hasta las noches de fiesta en el barco. Todo está contado con tanto cariño y humor que funciona de maravilla.

Más allá de la diversión, la novela también tiene profundidad. Me hizo pensar en cómo a veces tomamos decisiones por inercia, sin escucharnos de verdad. Estrella, en medio del caos, empieza a cuestionarse lo que realmente quiere, y ese proceso me pareció muy honesto.

En resumen, Peligro, ¡locas a BORDO! es una lectura que recomiendo con entusiasmo. Es una celebración de la vida, de la amistad y de la libertad personal, sin pedir permiso. Una novela que te abraza con risas y te deja el corazón contento.

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viernes, 15 de agosto de 2025

ENTREVISTA A ANTONIO J. AGUIRRE

RAÚL REYES: ¿Cómo te iniciaste en el mundo de la escritura?

ANTONIO J. AGUIRRE: Desde siempre la lectura ha sido uno de mis grandes hobbies, y la novela negra, mi territorio favorito. Crecí devorando historias de crímenes, giros inesperados y personajes llenos de matices. Con el tiempo, empecé a acumular mis propias ideas y tramas en la cabeza… pero claro, escribir es otra cosa. No basta con imaginarlo, hay que sentarse y darle forma. No me decidí a dar el paso hasta que sentí que estaba preparado para desarrollarlo como quería. Y cuando lo hice, descubrí que era mucho más que contar una historia: era construir un mundo en el que podía perderme… y arrastrar al lector conmigo.

R.R.: ¿Quiénes son tus principales influencias literarias y por qué?

A.J.: He crecido leyendo a grandes escritores del género como Lorenzo Silva o John Verdon y, más recientemente, Carmen Mola. Me fascina cómo son capaces de construir no solo una trama, sino todo un mundo alrededor de sus novelas. Admiro especialmente a los que saben dar vida a personajes que transmiten, que te hacen sentir que podrías encontrártelos en la calle, con sus luces y sombras. Personajes con los que te identificas y que te arrastran sin remedio dentro de la historia. Ese es el tipo de literatura que me engancha como lector… y la que intento ofrecer como escritor: que empieces una página y, sin darte cuenta, ya no quieras soltar el libro.

R.R.: ¿Cómo describirías tu proceso creativo?

A.J.: Mi proceso creativo empieza con una chispa: puede ser una imagen, una frase, una noticia… algo que se me queda rondando en la cabeza y empieza a crecer. A partir de ahí, voy armando el esqueleto de la trama, definiendo a los personajes y sus motivaciones. Me gusta tener claro hacia dónde voy, pero no tanto el camino exacto: dejo espacio para que la historia me sorprenda y para que los personajes tomen decisiones que, a veces, ni yo mismo esperaba. También hay mucha documentación detrás, sobre todo en lo policial. Me gusta que el lector sienta que lo que lee podría pasar perfectamente. Y luego, claro, está la parte menos romántica: muchas horas, revisiones y cafés. Porque las buenas ideas son el punto de partida, pero lo que las convierte en novela es sentarse a escribir… incluso en esos días en que las musas parecen estar de vacaciones.

R.R.: ¿Tienes alguna rutina para escribir?

A.J.: Trato de escribir cuando hay más tranquilidad en casa, normalmente cuando todos duermen y el silencio se convierte en mi mejor aliado. Aunque, a veces, una idea llega sin avisar y no te queda otra que salir corriendo a escribirla antes de que se escape. Mi única gran rutina es prepararme un café y sentarme con la mente despejada, sin que nada de mi vida personal interfiera en la historia. Necesito estar al cien por cien dentro de lo que escribo, como si durante esas horas el mundo real quedara en pausa y solo existiera el de mis personajes.

R.R.: ¿En qué te inspiras para crear tus historias?

A.J.: Me inspiro en la vida real, en los problemas que nos rodean y que, demasiadas veces, no se afrontan como deberían. La realidad es una mina inagotable para la novela negra. Busco historias que, además de entretener, inviten al lector a reflexionar sobre nuestra sociedad: la justicia, las segundas oportunidades, los errores que marcan vidas. Creo que la ficción tiene la capacidad de poner un espejo delante y mostrar cosas que, en el día a día, preferimos no mirar… y esa es la clase de historias que me interesa contar.

R.R.: ¿Qué libros has publicado hasta la fecha?

A.J.: Hasta ahora he publicado dos novelas que forman parte del universo del Inspector Santana. La primera es Caronte. Una vida por un peaje, con la que gané el Premio Subur Negre de novela policíaca. La segunda es Rey de Cristal, que continúa explorando el lado más oscuro y humano de mis personajes, con una trama marcada por el suspense y los giros. Ambas están disponibles en Amazon, en papel y en digital, y aunque se pueden leer de forma independiente, quien las lea seguidas descubrirá que hay un hilo invisible que las conecta… y que todavía tiene mucho que contar.

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R.R.: ¿Cuál consideras que ha sido tu mayor reto como escritor?

A.J.: Mi mayor reto ha sido superar el vértigo de la primera vez: sentarme a escribir una novela completa, sin saber si sería capaz de terminarla, y después tener el valor de mostrarla al mundo. Escribir no es solo juntar palabras, es exponer una parte de ti, con todo lo que eso implica. También ha sido un desafío mantenerme fiel a mi voz y a mis historias, sin dejarme llevar por lo que “se supone” que vende o está de moda. Y, por supuesto, encontrar el equilibrio entre la vida personal, el trabajo y esas horas de escritura que muchas veces le robas al sueño. Pero, al final, todo reto se convierte en aprendizaje… y en más ganas de seguir escribiendo.

R.R.: ¿Cómo te enfrentas a la página en blanco y a la falta de inspiración?

A.J.: La página en blanco puede ser intimidante, pero también es una invitación a empezar algo nuevo. Cuando la inspiración no aparece, no me quedo esperando a que se digne a venir: me siento igual, aunque sea para escribir un párrafo que después borre. A veces releo lo que ya tengo escrito, otras busco estímulos fuera: una noticia, una conversación, una canción… cualquier cosa que despierte una chispa. Y si nada funciona, me doy permiso para alejarme un rato. Porque he aprendido que la inspiración es como un gato: aparece cuando le da la gana… pero siempre te encuentra si sigues cerca.

R.R.: ¿Tienes algún método para trabajar la trama y los personajes?

A.J.: Más que un método cerrado, tengo una forma de entender las historias: me gusta que tanto la trama como los personajes respiren ambigüedad moral. En la vida real, nadie es completamente bueno o malo, y en mis novelas tampoco. Me interesa que el lector dude, que empatice incluso con quien no debería, y que sienta que la línea entre víctima y culpable a veces es más fina de lo que parece. Con los personajes busco una conexión auténtica: que se sientan reales, con problemas, contradicciones y miedos como podríamos tener cualquiera de nosotros. Y para lograrlo, necesito conocerlos bien antes de empezar a escribir… aunque siempre les dejo margen para sorprenderme por el camino.

R.R.: ¿Cuál ha sido tu obra favorita hasta el momento y por qué?

A.J.: Es difícil elegir, porque cada novela tiene algo especial y marca una etapa distinta para mí. Caronte. Una vida por un peaje fue mi primera publicación, la que me demostró que podía contar una historia larga y llegar a los lectores. Le tengo un cariño enorme por todo lo que significó y por abrirme las puertas de este camino. Pero Rey de Cristal me permitió crecer como escritor, arriesgar más con la estructura y profundizar en personajes que ya se habían ganado su sitio. Además, creo que es donde mejor he logrado esa mezcla de suspense, emoción y ambigüedad moral que tanto me gusta trabajar. Así que, si tengo que quedarme con una… diría que Rey de Cristal es la que más se acerca al escritor que quiero ser, aunque Caronte siempre será “la primera vez” y eso no se olvida.

R.R.: ¿Prefieres escribir un primer borrador a mano o en tu ordenador?

A.J.: Ordenador, siempre. Me resulta más rápido, más cómodo y me permite corregir sobre la marcha sin que el texto acabe pareciendo un mapa de tachones. Además, escribo a un ritmo que haría sufrir a cualquier bolígrafo… y, seamos sinceros, mi letra no está preparada para una novela entera.

R.R.: ¿Qué consejos le darías a alguien que quiere empezar a escribir?

A.J.: Que empiece. Parece obvio, pero es el paso que más se retrasa. No esperes a tener “la idea perfecta” o “el momento ideal”, porque no existen. Escribe, equivócate, borra, vuelve a escribir… y repite el proceso hasta que sientas que la historia respira. Lee mucho, de todo y de todos los géneros, porque eso alimenta tu voz como escritor. Y, sobre todo, no tengas miedo a mostrar lo que haces. La crítica es parte del camino, y si la sabes encajar, te hará crecer. Ah, y una última cosa: la disciplina importa más que la inspiración. La inspiración es caprichosa, pero la constancia es la que acaba llenando páginas.

R.R.: ¿Qué piensas que hace a una buena historia?

A.J.: Para mí, una buena historia es la que te agarra desde el principio y no te suelta, no solo por lo que cuenta, sino por cómo te hace sentir. Tiene que tener personajes que importen, que no sean perfectos, que se equivoquen y te remuevan por dentro. Una trama que avance, que sorprenda, pero que también deje espacio para respirar y reflexionar. Y, sobre todo, verdad. Aunque sea ficción, si el lector no siente que lo que pasa podría ocurrir de verdad, se rompe la magia. Todo lo demás —giros, ambientación, tensión— suma, pero sin esa verdad, la historia se queda hueca. Y si además consigues que el lector diga “un capítulo más y me voy a dormir”… y acabe viendo amanecer, entonces sabes que has hecho bien tu trabajo.

R.R.: ¿Qué cambios has visto en la industria editorial en los últimos años?

A.J.: Creo que el cambio más evidente es la democratización de la publicación. Hoy en día, gracias a plataformas como Amazon, cualquier escritor puede poner su libro al alcance de lectores de todo el mundo sin pasar por los filtros tradicionales. Eso abre muchas puertas, aunque también significa que hay muchísima más oferta y es más difícil destacar. También he visto un mayor peso de las redes sociales: ahora no basta con escribir, tienes que saber moverte, comunicar y crear una comunidad de lectores. El boca a boca sigue siendo poderoso, pero ahora también pasa por un tuit, un reel o una reseña en un blog. En resumen, creo que es un momento lleno de oportunidades para quienes estén dispuestos a trabajar duro, adaptarse… y no perder de vista lo más importante: escribir buenas historias.

R.R.: ¿Cuál es tu opinión sobre los talleres de escritura y los cursos de escritura creativa?

A.J.: Creo que pueden ser muy útiles, sobre todo para adquirir técnica, descubrir herramientas narrativas y aprender a mirar tu propio texto con ojos críticos. Además, compartir con otros escritores en formación te ayuda a salir de tu burbuja y a ver otras formas de contar historias. Eso sí, un curso no te convierte en escritor de la noche a la mañana. La verdadera base está en leer mucho, escribir más y no tener miedo a equivocarte. Un taller puede guiarte y acortar el camino, pero la voz propia solo se encuentra escribiendo… y escribiendo mucho. En resumen: son un buen impulso, pero la carrera la corres tú, palabra a palabra.

R.R.: ¿Qué opinas sobre el impacto de la tecnología en el mundo de la escritura y la lectura? ¿Has usado algún tipo de software para estilo, corrección y/o redacción? ¿Por qué?/¿Por qué no?

A.J.: La tecnología ha cambiado por completo la forma en la que escribimos, publicamos y leemos. Hoy tenemos acceso a bibliotecas enteras desde el móvil, podemos publicar un libro desde casa y llegar a lectores en cualquier parte del mundo. Eso es una oportunidad enorme, pero también un reto: hay tanta oferta que destacar requiere más esfuerzo que nunca. En cuanto a la escritura, utilizo la tecnología como una aliada. Trabajo en ordenador, me apoyo en procesadores de texto y herramientas de organización para las tramas y documentación. Pero no uso programas que me “reescriban” el estilo: creo que la voz de un autor es algo que se construye con práctica, no con algoritmos. Sí veo útil la tecnología para correcciones ortográficas o de formato, pero la parte creativa prefiero que siga saliendo de mí, con mis aciertos y mis errores. Al final, creo que la tecnología debe ser una ayuda… no el que escriba por ti.

R.R.: ¿Qué opinas sobre la autopublicación?

A.J.: Creo que la autopublicación ha abierto una puerta enorme para quienes, como yo, tienen una historia que contar y no quieren (o no pueden) esperar a que una editorial tradicional apueste por ellos. Te da libertad total para decidir el contenido, el diseño, el ritmo de publicación… y eso es muy valioso. Por supuesto, también implica más trabajo: no basta con escribir, tienes que cuidar la edición, la corrección, la portada, la promoción… y hacerlo bien, porque el lector nota cuando algo está hecho con mimo. Para mí, autopublicar ha sido una forma de aprender a todos los niveles, de estar en contacto directo con mis lectores y de comprobar que una buena historia puede encontrar su camino sin intermediarios. Eso sí, hay que tomárselo con la misma seriedad que si firmaras con la editorial más grande del mundo.

R.R.: ¿Has tenido experiencia con editores y publicación con editorial? Cuéntame qué te ha parecido esta experiencia.

A.J.: Mi experiencia principal ha sido con la autopublicación, que me ha dado una libertad creativa enorme y me ha permitido aprender de todo el proceso, desde la primera palabra hasta ver el libro en manos de un lector. Sí he tenido contacto con editoriales y editores, y creo que cuando hay una buena comunicación y un interés real en tu obra, el trabajo conjunto puede ser muy enriquecedor. Una buena edición profesional siempre suma: te ayuda a pulir el texto, a detectar matices que se te pueden escapar y a darle a la obra un acabado impecable. Al final, para mí lo importante es que el libro llegue al lector en las mejores condiciones posibles, ya sea con editorial o autopublicado. Lo demás son caminos distintos para el mismo objetivo.

R.R.: ¿Tienes futuros proyectos literarios de los que me puedas hablar?

A.J.: Sí, ahora mismo estoy trabajando en mi tercera novela, Heredero de Cenizas, que volverá a poner al inspector Santana en el punto de mira… pero esta vez de una forma mucho más personal y peligrosa. Es un thriller psicológico con tintes de novela negra, en el que un hombre que fue acusado y condenado por un crimen que no cometió regresa para ajustar cuentas. A lo largo de la historia, las víctimas, la investigación y las pistas irán revelando un pasado que Santana preferiría mantener enterrado. Es una novela en la que exploro la venganza, la justicia y la fina línea que separa el bien del mal, con personajes cargados de ambigüedad moral y giros que no dejarán respirar al lector. Si Caronte y Rey de Cristal fueron intensas, esta promete subir todavía más la tensión.

R.R.: ¿Quieres añadir alguna cosa más?

A.J.: Solo agradecerte, Raúl, que me hayas hecho un hueco en tu blog y me hayas permitido mostrar un poco más de quién soy detrás de las novelas. Creo que entrevistas como esta ayudan a que el lector no solo conozca las historias, sino también la persona que las escribe, con sus manías, sus pasiones y sus motivaciones. Ojalá quienes lean estas líneas se animen a adentrarse en el universo del inspector Santana y descubran que, más allá de los crímenes y la tensión, también hay humanidad, emociones y verdades incómodas. Gracias de nuevo por este espacio y por dejarme compartirlo con tus lectores.

miércoles, 13 de agosto de 2025

FUERA DE COBERTURA

¿Cómo pude escribir Fuera de cobertura en solo 15 días?


Desde su publicación, es una pregunta que muchos y muchas lectoras me han formulado.

La respuesta corta sería: inspiración súbita, urgencia creativa y un manuscrito olvidado que encontró su momento. Pero la historia completa es mucho más rica, y tiene que ver con cómo las ideas se gestan, se abandonan, y a veces, renacen en circunstancias inesperadas.

Hace tiempo, durante el confinamiento por la pandemia, escribí una obra de teatro que giraba en torno a dos personajes: Nil e Iris. Se conocían en circunstancias extraordinarias, encerrados en sus respectivos pisos, conectando a través de sus balcones, los silencios compartidos y las conversaciones digitales. Era una historia íntima, marcada por la soledad, la necesidad de contacto humano y la fragilidad emocional que todos experimentamos en esos meses.

Aunque tenía diálogos potentes y momentos de gran carga emocional, nunca logré darle una estructura sólida. Me faltaba una línea narrativa que cohesionara todo, un final que no se sintiera forzado. Así que, como ocurre con muchos proyectos creativos, lo guardé. Lo dejé reposar en una carpeta de mi Google Drive, esperando que algún día algo me hiciera volver a él.

Ese “algo” llegó de forma inesperada. Fue el día del apagón. Volvía a casa caminando, después de un caos generalizado: semáforos apagados, tiendas cerradas, redes caídas, y una sensación de desconcierto colectivo. Pero en medio de ese desorden, vi algo que me conmovió profundamente.

La gente estaba en la calle, hablando entre sí. Desconocidos compartían una radio portátil para escuchar noticias. Una heladería artesana, incapaz de conservar sus productos sin electricidad, regalaba helados a los transeúntes. Los parques se llenaban de familias, parejas, ancianos, todos disfrutando del momento, sin pantallas, sin prisas.

Fue como si el mundo se hubiera detenido, y en ese paréntesis, la humanidad (bueno, la parte que se concentraba en nuestro país) se hubiera reconectado consigo misma. Y entonces lo vi claro: ahí debía ubicarse la historia de Nil e Iris. No en el confinamiento, sino en un apagón total. Un colapso tecnológico que obligara a las personas a volver a lo esencial, a mirarse a los ojos, a hablar sin filtros.

A partir de ese momento, me sumergí en una intensa fase de documentación. Quería que el contexto del apagón fuera verosímil, que no pareciera una excusa narrativa sino una posibilidad real. Investigué sobre:

Fenómenos naturales que pueden afectar gravemente las redes eléctricas y de comunicación. Descubrí que una eyección de masa coronal del Sol podría, en teoría, dejar sin electricidad a medio planeta durante días o semanas.








(Photo credit: Tony Melony/Canva/Getty Images)

Leí informes sobre vulnerabilidades en infraestructuras críticas, cómo grupos organizados podrían sabotear sistemas energéticos, y qué protocolos existen para responder a estos eventos.









(Photo credit: LagartoFilms/Canva/Getty Images)

Exploré cómo la gente reacciona ante la incertidumbre, cómo surgen narrativas alternativas para explicar lo inexplicable, y cómo esas teorías pueden convertirse en parte del tejido social.









(Photo credit: MarekuliaszCanva/Getty Images)

Todo esto me permitió construir un mundo coherente, donde el apagón no era solo un telón de fondo, sino un catalizador de los encuentros, los conflictos y las revelaciones de los personajes.

Una vez tuve claro el nuevo marco narrativo, adaptar el texto original fue sorprendentemente sencillo. Gran parte de los diálogos ya estaban escritos, y seguían funcionando en este nuevo contexto. Lo que antes eran conversaciones por videollamada, ahora eran charlas cara a cara, con la tensión añadida de no saber qué estaba ocurriendo en el mundo.

Reescribí algunas escenas para incorporar elementos del apagón: la falta de luz, el silencio de las calles, la improvisación de la vida sin tecnología. Añadí personajes secundarios que representaban distintas reacciones ante la crisis: el paranoico que cree que todo es una conspiración, los vecinos que se reunen en improvisadas cenas, la gente que redescubre la radio analógica como su nuevo medio de asomarse al mundo.

Lo más difícil fue encontrar el tono adecuado. No quería que la obra fuera apocalíptica ni distópica. Quería que fuera humana, cálida, con momentos de humor y ternura. Que mostrara cómo, en medio del caos, pueden surgir conexiones auténticas.

Escribir Fuera de cobertura en 15 días no fue una hazaña de velocidad, sino de claridad. Cuando una idea encuentra su forma, todo fluye. Me levantaba cada mañana con las escenas que ya había escrito en otro contexto reubicadas en la nueva situación, diálogos que se escribían solos, situaciones que pedían ser contadas.

No hubo bloqueo creativo, porque ya tenía el material base. Fue más bien un trabajo de reordenar, pulir, y dejar que los personajes respiraran en su nuevo entorno. Al final de la segunda semana, tenía una versión completa, lista para ser leída en voz alta.

Fuera de cobertura no es solo una obra sobre un apagón. Es una historia sobre lo que ocurre cuando se apagan las pantallas y se encienden las miradas. Sobre cómo el silencio puede ser más elocuente que cualquier mensaje de texto. Sobre cómo, en la ausencia de tecnología, la humanidad encuentra nuevas formas de comunicarse.

Nil e Iris ya no son solo dos jóvenes que se conocen en circunstancias excepcionales. Son el reflejo de todos nosotros, buscando sentido en medio del desconcierto, encontrando belleza en lo inesperado.

A veces, las historias necesitan tiempo para madurar. Otras veces, necesitan una chispa externa que las encienda. En mi caso, fue el apagón. Un momento de desconexión que me permitió reconectar con una idea olvidada, y transformarla en algo vivo.

Escribir en 15 días fue posible porque llevaba mucho más tiempo gestando la historia. Porque el mundo me ofreció el escenario perfecto. Y porque, cuando la inspiración llega, hay que aprovecharla al máximo.

Gracias al apoyo de Libros Soñados, y su buen trabajo de corrección, fue posible un texto limpio y una portada en tiempo récord. 

lunes, 11 de agosto de 2025

RESEÑA - CARONTE: UNA VIDA POR UN PEAJE

DE ANTONIO J. AGUIRRE VICENTE

Cuando terminé Caronte: Una vida por un peaje, me quedé unos minutos en silencio, procesando lo que acababa de leer. No es habitual que una novela negra me deje con el corazón acelerado y la mente dando vueltas, pero Antonio J. Aguirre lo ha conseguido. Desde la primera página, me atrapó con una trama original, diferente a lo que suelo encontrar en el género, y no me soltó hasta el último párrafo, que fue sencillamente de infarto.

Lo que más me ha gustado, sin duda, es la construcción de los personajes. La brigada de homicidios que protagoniza la historia está formada por un grupo de policías que no son ni héroes ni villanos, sino seres humanos complejos, con sus luces y sus sombras. Aguirre no cae en el cliché del detective atormentado sin más, sino que nos presenta a cada miembro del equipo con una profundidad que me hizo empatizar, cuestionar y admirar a partes iguales. Hay momentos en los que sus decisiones me incomodaron, y otros en los que me parecieron brillantes. Esa ambigüedad moral, tan bien trabajada, le da a la novela una riqueza que pocas veces encuentro.

La historia en sí es un viaje. Comienza con fuerza, pero lejos de estancarse, va creciendo, evolucionando, dando giros inesperados que me obligaban a seguir leyendo. Cada capítulo me dejaba con ganas de más, y hubo noches en las que me prometí “solo uno más” y acabé leyendo tres o cuatro. Aguirre sabe cómo dosificar la tensión, cómo sembrar pistas sin que sean obvias, y cómo construir un clímax que realmente merece ese nombre. El final, sin exagerar, me dejó sin aliento. Trepidante, sorprendente y perfectamente hilado con todo lo anterior.

Otro aspecto que me ha encantado es la ambientación. La geografía almeriense no es solo un telón de fondo, sino casi un personaje más. Aguirre describe los paisajes, las calles, la atmósfera de Almería y lugares de alrededor con una precisión y una sensibilidad que me hicieron sentir que estaba allí. No es fácil lograr que el lector se sienta inmerso en un lugar, pero él lo consigue con una naturalidad que me ha fascinado. La ciudad y sus alrededores se convierten en parte esencial de la historia, y eso le da una autenticidad que se agradece.

En resumen, Caronte: Una vida por un peaje es una novela negra que recomiendo sin dudar a cualquier amante del género. Tiene todos los ingredientes: una trama original, personajes complejos, tensión narrativa, giros inesperados y un final que no decepciona. Pero además, tiene algo más: una voz propia, una mirada distinta, y una capacidad para sorprender que la convierte en una lectura imprescindible.

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viernes, 8 de agosto de 2025

RAYOS, TRUENOS Y CENTELLAS

 DE JOSÉ LUIS GUERRERO CARNICERO

Rayos, Truenos y Centellas
 es una joya literaria que brilla con intensidad en el firmamento de la narrativa breve. José Luís Guerrero Carnicero, con una pluma magistral, precisa y profundamente evocadora, nos entrega una antología de relatos y microrrelatos que no solo entretienen, sino que conmueven, inquietan y dejan una huella duradera en la memoria del lector.

Me ha llamado poderosamente la atención cómo, desde la primera página, Guerrero demuestra un dominio absoluto del lenguaje: cada palabra está cuidadosamente elegida, cada frase construida con una cadencia que revela oficio y sensibilidad. No hay espacio para lo superfluo: en este volumen, cada historia es una chispa que enciende la imaginación, una centella que ilumina rincones insospechados del alma humana. Y no solo eso, sorprende con giros inesperados

Lo que hace de esta antología una experiencia tan rica es la diversidad de sus relatos. Guerrero nos lleva por caminos sorprendentes: desde lo sobrenatural hasta lo cotidiano, desde lo tierno hasta lo inquietante. Hay historias que parecen susurradas desde el más allá, otras que retratan con delicadeza la fragilidad de las relaciones humanas, y algunas que estallan con giros inesperados que dejan al lector sin aliento, aunque el relato esté constituido por dos únicos párrafos. Esto, sin duda, es maestría pura.

Cada relato, por breve que sea, está impregnado de una atmósfera única. Algunos evocan la melancolía de lo perdido, otros celebran la maravilla de lo improbable. Hay un equilibrio perfecto entre lo fantástico y lo real, entre lo íntimo y lo universal. Guerrero no teme explorar emociones complejas ni situaciones límite, y lo hace con una elegancia narrativa que nunca cae en el exceso ni en la afectación.

Además, hay una clara intención de jugar con el lector, de invitarlo a completar los significados, a leer entre líneas y volver a entrar en cada historia. Esta complicidad convierte la lectura en una experiencia activa, casi lúdica, donde cada interpretación es válida y cada relectura revela nuevos matices.

Rayos, Truenos y Centellas no es un libro que se lea una sola vez. Es un volumen que invita a ser redescubierto, a ser saboreado en distintos momentos, bajo diferentes estados de ánimo. Cada regreso a sus páginas ofrece nuevas revelaciones, nuevas emociones. Es, en definitiva, un libro que crece con el lector.

José Luís Guerrero Carnicero ha creado una antología memorable. Su escritura es un regalo para quienes aman la literatura breve, y Rayos, Truenos y Centellas se consolida como una obra imprescindible en el panorama contemporáneo. Un libro para atesorar, releer y recomendar sin reservas.

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