DE RAMON GALLART
Gabriel es un hombre marcado por los kilómetros recorridos en soledad, por las madrugadas de carretera y por una vida que, sin que él lo supiera, tuvo un impacto mayor en los suyos de lo que se atrevió a reconocer. El diario que escribe es su refugio, pero también su espejo. Allí vuelca reflexiones, recuerdos y preguntas sin respuesta. A pesar de su aparente rudeza, descubrimos a un hombre sensible, lleno de culpa, ternura y amor no siempre bien expresado.
El hallazgo de Borges como compañero de lectura se convierte en una metáfora poderosa: el hombre de la carretera se abre a la introspección, al laberinto de la palabra. Esta fusión de mundos —el realismo cotidiano de Gabriel y la literatura filosófica y precisa de Borges— no solo enriquece la historia, sino que la eleva hacia territorios literarios de gran profundidad emocional.
Uno de los grandes aciertos de Gallart es su forma de narrar: su prosa es clara, cálida y sin artificios innecesarios. Atrapa desde la primera página no por su ritmo vertiginoso, sino por la honestidad de sus personajes. No hay giros sorprendentes ni dramas exagerados, sino la vida tal como es: compleja, contradictoria, pero siempre digna de ser vivida.
Los temas que recorre la novela—el envejecimiento, la relación entre padres e hijos, el peso de las decisiones pasadas, la posibilidad de redención—son tratados con respeto y profundidad. A través de Gabriel, muchos lectores podrán reconocerse, o reconocer a sus padres, a sus abuelos, a esas figuras masculinas que crecieron creyendo que el amor se demuestra con silencios, que la ternura es una debilidad.
El camionero que leía a Borges emociona sin caer en sentimentalismos. Tiene la capacidad de acariciar al lector, de hacerlo reflexionar sobre sus propias relaciones, sobre el perdón, sobre lo que queda por vivir. La figura de Gabriel se queda con nosotros mucho después de cerrar el libro, como un viejo amigo que, al fin, se ha atrevido a contarnos su historia.
Ramon Gallart logra con esta novela lo que todo escritor anhela: conmover, iluminar y recordar que nunca es tarde para leer, para amar y, sobre todo, para intentar ser mejores.
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